Año 1286. Escocia era una nación libre y pacífica, el monarca Alejandro III había reinado en una conservadora sociedad feudal durante 37 años. Su país prosperaba gracias al comercio de lana con Europa.
Una noche de marzo de 1286, bajo negras nubes de tormenta, Alejandro debió asistir a una reunión con sus consejeros en el castillo de Edimburgo. Ansioso por pasar la noche con su joven esposa Yolanda, a pesar de las súplicas para que no lo hiciera, se arriesgó a tomar un atajo por peligrosos riscos en donde perdería la vida trágicamente. Tras su muerte, Alejandro sólo dejó una heredera directa, su nieta Margaret, de 3 años, conocida como “la doncella de Noruega”. Pero en 1290 la doncella murió en una isla remota en ruta a un nuevo reino. En Escocia no había heredero alguno al trono, sus líderes debieron mirar varias generaciones atrás en busca de descendientes de algún antiguo rey de Escocia lo cual inició una ardua lucha por el trono.
Catorce hombres alegaron tener derecho al trono. Había dos contendientes principales: John Balliol y Robert Bruce, ambos de familias igualmente prominentes.
La amenaza de guerra civil asechaba en el otoño de 1290, en medio de tan tensa situación surgió el entonces rey de Inglaterra Eduardo I, quién se presentó como el hombre que podía elegir al nuevo gobernante de Escocia… era como la incursión de un león en un rebaño de ovejas. Eduardo I, también conocido como “Longshanks” que significa Zanquilargo o Piernas Largas por su gran estatura, había encabezado sin piedad la expansión del reino de Inglaterra para conquistar Gales, no había mostrado mayor interés en Escocia pero vislumbró una gran oportunidad para anexarse otra nación.
Mayo de 1291. Eduardo exigió que todos los pretendientes al trono debían antes reconocerlo como el supremo líder y a quien deberían servir. Por temor al ejército de Eduardo, los escoceses accedieron. Luego, comenzaron las largas deliberaciones del rey inglés. El 12 de noviembre de 1292 eligió a John Balliol como el nuevo rey.
En 1294, Eduardo amenazó con involucrar a los nobles escoceses en su nueva guerra contra Francia. Posteriormente, a finales de 1295, los nobles escoceses acudieron al enemigo de Eduardo, al rey Felipe IV de Francia, en busca de ayuda.
Escocia y Francia negociaron un tratado a sabiendas de que el rey inglés lo consideraría como un acto de guerra. Los escoceses ratificaron el tratado en febrero de 1296 y de inmediato formaron un ejército para invadir el norte de Inglaterra.
En respuesta, Eduardo, a sus 58 años, llevó sus fuerzas a una de las principales ciudades de Escocia. Su ejército atacó sin piedad alguna matando a hombres, mujeres y niños y arrojando sus cuerpos al mar. El ejército escocés se enfrentó al inglés el 27 de abril de 1296. Fue diezmado, lo que dejó a Escocia totalmente indefensa. El ejército de Eduardo llegó al norte y así Escocia dejó de ser un país independiente. El rey John fue capturado, llevado ante el monarca inglés y obligado a renunciar al trono y al tratado con Francia. El emblema real le fue literalmente arrancado de sus vestiduras y fue encerrado en la Torre de Londres. Eduardo también se adueñó de la roca del destino, la histórica roca sobre la que los reyes escoceses tradicionalmente comenzaban su reinado.
Sin embargo, no todos los escoceses accedieron a someterse. En la primavera de 1297, comenzaron a producirse rebeliones en toda Escocia. Al nordeste, Andrew Murray, héroe de una noble familia, logró reunir un ejército. Al sudoeste, varios nobles prominentes se congregaron para iniciar una rebelión y entre ellos estaba Robert Bruce, el nieto de 22 años de uno de los pretendientes originales al trono.
Aunque los nobles capitularon antes de comenzar la batalla, sus tácticas dilatorias permitieron que se formara otro grupo de rebeldes que se ocultaba en los espesos bosques de Celkirk. Este grupo de guerrilleros, pobremente vestidos, no era liderado por un noble sino por un desconocido plebeyo: William Wallace.
La batalla por la Libertad
En 1296, el ejército inglés diezmó al ejército escocés y continuó su guerra contra los franceses. Para financiar la guerra Eduardo les cobraba impuestos a los escoceses y los reclutaba en su ejército.
Luego, en la primavera de 1297, surgió un nuevo héroe del crepúsculo de los campos escoceses, William Wallace, un hombre envuelto en el misterio.
La leyenda William Wallace, tal como se conoce hoy, es en gran parte trabajo del poeta Blind Harry (Harry el ciego). Harry escribió en la década de 1470, más de 150 años después de la muerte de Wallace. Viajó de pueblo en pueblo narrando y cantando relatos del héroe escosés a cambio de comida y dinero. Para redactar su épico poema de Wallace, Blind Harry recolectó diversos relatos y cantares de tradición oral y los compiló en una vibrante y maravillosa obra en la que se enaltecía el inmenso valor de Wallace a la hora de combatir a los ingleses.
Historiadores y estudiosos aún discuten hoy en día acerca de cuánto del poema de Harry es creíble. De acuerdo a Blind Harry, el aguacil inglés de Lanark mató a la esposa de Wallace, quien no tiene nombre. Escritos posteriores le dan a su esposa el nombre de Marion Braidfute. De allí se infiere que Wallace mató al aguacil y luego se alzó contra los ingleses debido a la muerte de su esposa. Sin embargo, no existen evidencias sólidas de que Wallace haya tenido relación alguna con Marion Braidfute ni de que la venganza fuera el motivo para matar al aguacil de Lanark.
De hecho, no se sabe casi nada con certeza de la vida de William Wallace antes de que matara al aguacil ni siquiera de cuándo y dónde nació. Muchos escoceses piensan que nació cerca de 1270, Blind Harry señala que el padre de William era Sir Malcom Wallace de una familia de pequeños terratenientes que llegaron a Escocia en el siglo XII. Sin embargo, un reciente y sorpresivo hallazgo demuestra que Blind Harry estaba errado acerca de los orígenes de este guerrero. En 1998, un investigador de Glasgow terminó su estudio a fondo del sello personal de Wallace, incluso del reverso no visto por mucho tiempo. Entre otros símbolos se revela el del arquero, lo que podría decir que este era militar o tal vez un simple cazador.
Siendo el hijo menor, Wallace no podía heredar las tierras de la familia, debía abrirse camino por sí sólo en el mundo. Sus actos posteriores indican que fue bien educado. Algunos historiadores sugieren que fue educado en la abadía de Paisley y que era un hombre muy instruido para su época, hablaba varios idiomas, entre ellos francés, inglés y latín.
Muchos historiadores y cronistas coinciden en que era un hombre de gran estatura aunque no existe retrato alguno de esa época. Su supuesta espada, guardada en un castillo de Escocia durante 550 años, mide 1,65 mts. de longitud.
El ascenso de Wallace del anonimato a la gloria fue meteórico. Escritores ingleses señalan que William usaba tácticas de guerrilla con rápidos y cruentos ataques contra sus enemigos. Blind Harry describe docenas de encuentros en los que Wallace mató a cientos de ingleses pero pocos de esos relatos son corroborados por otras fuentes. Pero cierto combate en Scome está bien documentado ya que Wallace estuvo a punto de capturar al juez supremo de Eduardo en Escocia.
En 1297, en Dundee, las fuerzas de William Wallace se unieron a las de su compañero rebelde, el noble Andrew Murray. Ambos decidieron entonces sitiar el castillo de Dundee. En el proceso 10.000 hombres formaban parte del ejército inglés al norte en clara superioridad numérica ante los escoceses. Tras entender que su única oportunidad era tener una posición estratégica, Wallace y Murray decidieron combatir a los ingleses en un lugar muy importante de Escocia, el puente Stirling.
11 de septiembre de 1297, en un día despejado, reunieron a sus hombres en las colinas cercanas al puente Stirling, sobre el río Forth. El disciplinado ejército escocés aguardó con paciencia mientras que los ingleses cruzaban lentamente el estrecho puente.
Pasaron varias horas mientras miles de ingleses lo cruzaban al mando del tesorero designado del rey Eduardo en Escocia, el buscador de gloria Hugh Cressinham. Los ingleses pensaban que los escoceses lucharían siguiendo las normas de caballería y les dejarían cruzar el río para formarse al otro lado; pero Wallace y Murray no dejarían que eso sucediera, pues sería un suicidio. Los ingleses cruzaban el puente muy angosto por donde sólo pasaban tres caballos a la vez. Entonces las tropas de Wallace y Murray se lanzaron al ataque. Encerraron a los ingleses en un puente que era muy angosto para escapar, los escoceses aprovecharon la oportunidad y empezaron a matar a placer a los ingleses hasta que no quedo ninguno. El ataque debió haber sido aterrador, los alaridos de los caballos, los hombres heridos, el chocar de las espadas, la sangre derramada, algunos fueron asesinados mientras se lanzaban al río… desde luego, los escoceses vencieron. Lo que hicieron con Cressingham tras la batalla se convirtió en leyenda. Se dice que desollaron su cuerpo y que llevaron partes de su piel por toda Escocia como evidencia de la derrota de los ingleses. Hay que tener en cuenta que eran tiempos violentos y algo así solía ser lo más normal.
La batalla del puente Stirling fue revolucionaria. Fue una de las primeras ocasiones en que un ejército de hombres a pie y armados con lanzas derrotaron a otro con una sólida caballería y arqueros. Los ingleses se vieron obligados a retirarse de gran parte de Escocia.
Corazón Valiente
Luego de la asombrosa victoria del puente Stirling, los nobles escoceses nombraron a William Wallace y Andrew Murray como los guardianes conjuntos de Escocia. El título de guardián implicaba que debían cumplir muchas de las responsabilidades del rey ausente, John Balliol, quien estaba en prisión en Inglaterra.
El 11 de octubre de 1297, los recién nombrados guardianes de Escocia enviaron una carta a Lübeck, Alemania; en un esfuerzo por asegurar la independencia de Escocia antes de que Eduardo regresara de la guerra en Francia: “Andrew Murray y William Wallace, comandantes del ejército del reino de Escocia, solicitan que Ud. les haga saber a los mercaderes de su nación que no tendrán acceso seguro en ninguno de los puertos de Escocia con su mercancía, ya que el reino de Escocia, gracias a Dios, ha sido recuperado por la guerra del poder de los ingleses”.
Una semana después de la carta, Wallace guió a las tropas escocesas a invadir salvajemente el norte de Inglaterra, tanto como para obtener suministros como por venganza.
El 12 de noviembre de 1297, Andrew Murray murió, tal vez debido a las heridas sufridas en la batalla del puente Stirling. William Wallace se convirtió en el único guardián de Escocia, lo cual era un logro extraordinario para un hombre que no provenía de noble cuna. Tras su regreso de Inglaterra, los nobles escoceses lo nombraron caballero y le dieron el título de Sir William Wallace.
Wallace jamás llegó a ser pretendiente del trono de Escocia y siempre luchó en nombre del rey John pero su valor y confianza en sí mismo aglutinaron a la nación. Cuando el rey Eduardo convocó a los nobles escoceses al parlamento de York siguieron la guía de Wallace y se rehusaron a obedecer. Sin embargo, el héroe guardián de Escocia sabía que la llegada de la primavera traería consigo al ejército inglés. En marzo de 1298, Eduardo regresó a Inglaterra para comandar a su ejército contra los escoceses. El rey estaba obsesionado no con sólo derrotar a una nación sino también a un hombre, William Wallace.
A finales de junio, Eduardo se desplazó al norte con 25.000 hombres a pie y casi 2.000 hombres a caballo. Hasta ahora se desconoce el tamaño exacto del ejército de Wallace pero se estima que eran unos 10.000 hombres a pie. Fue capaz de reunir a algunos hombres a caballo al mando de nobles liderados por John Comyn pero era sólo una décima parte de los hombres de la caballería inglesa.
Wallace decidió aplicar una estrategia incendiaria para llevar a los ingleses al norte mientras destruía todo suministro que estos pudieran utilizar. Su plan era evitar la batalla hasta la llegada del alba. El ejército inglés afrontaba problemas de comunicación y le resultaba difícil obtener pertrechos, existía entonces el clima para una rebelión. Según estas evidencias el ejército inglés estaba en desventaja, era posible incluso que evitaran la batalla.
Al amanecer del 21 de junio, Eduardo tuvo la oportunidad que había estado esperando cuando unos espías le informaron que los escoceses se encontraban a sólo 30 kilómetros, en Falkirk. De inmediato el rey ordenó la marcha de sus exhaustos y hambrientos hombres. El monarca inglés y el defensor de Escocia iban a enfrentarse cara a cara en una cruel y sangrienta batalla.
El héroe se convierte en mito
El 12 de julio de 1298, cerca de Falkirk, los 25.000 hombres del ejército de Eduardo se enfrentaron a las tropas escocesas de William Wallace. Éstas, en inferioridad numérica, utilizaron una singular estrategia. Wallace organizó a sus tropas en cuatro bloques o formaciones para repeler a la caballería inglesa. Cada una de ellas estaba formada por unos 2.000 hombres armados con grandes lanzas y dispuestos en círculo. Esperando en los flancos se encontraba la exigua caballería escocesa al mando del noble John Comyn.
El clímax de la batalla se produjo cuando Wallace le ordenó a la caballería de Comyn que atacara a la inmensa cifra de arqueros ingleses, lo cual era quizás algo suicida. Pero la caballería al mando de Comyn no obedeció las órdenes sino que prosiguió a retirarse del campo de batalla. En algunos relatos del conflicto se describe a las fuerzas de Comyn como traidoras. Aún no se sabe si Comyn y los otros nobles traicionaron a Wallace, ellos retrocedieron probablemente al ver a la caballería inglesa. La habilidad de Eduardo para usar a sus arqueros resultó un factor clave, los escoceses debieron permanecer donde estaban y recibir la lluvia de flechas. Esto, desde luego, debilitó a su ejército. Acto seguido, la caballería inglesa atacó a un ejército diezmado y por supuesto ganó la batalla.
Miles de escoceses murieron en el campo de batalla de Falkirk pero Wallace tuvo la oportunidad de escapar. William decidió retirarse, pero no por cobardía sino como el acto de un hombre que admitía la derrota y deseaba continuar la lucha. Aunque Eduardo triunfó en la batalla aún no había ganado la guerra. Los ingleses ya no podían sostenerse por sí mismos ni conquistar a todo un país. Frustrado, el rey regresó a Inglaterra. Los ingleses conservaron el control de ciertas regiones del sur de Escocia. Poco después, los nobles de Escocia obligaron a Wallace a renunciar al título de guardián.
Los escoceses nombraron a dos nuevos guardianes: John Comyn y Robert Bruce, quienes se peleaban constantemente debido a sus conflictos de intereses políticos. Tal vez, molesto por el regreso de la política tradicional a Escocia, Wallace se marchó a Europa en 1299 para defender la causa escocesa en París y posiblemente en el Vaticano. Luego de finales del año 1300 se desconoce su paradero exacto en los tres años siguientes.
En mayo de 1303, Felipe, el rey de Francia, accedió con renuencia a un tratado de paz con el rey inglés del cual se excluyó a los escoceses. Eduardo, que ya tenía 64 años, volvió a guiar a sus tropas hacia la aislada Escocia donde no encontró resistencia. John Comyn, el nuevo guardián exclusivo de Escocia, se rindió en febrero de 1304 y el último reducto escocés, el castillo Stirling, cayó en julio. Los derrotados escoceses cedieron al dominio inglés y pudieron conservar sus tierras. Pero había un hombre que continuaba luchando, William Wallace.
Luego de 4 años, Wallace decidió regresar a Escocia y, cuando éste se negó a rendirse ante los ingleses, Eduardo lo consideró nuevamente su peor enemigo. Wallace guiaba a un pequeño grupo de seguidores. Perseguidos se ocultaban en los bosques y en las casas de campesinos.
Finalmente, William Wallace fue traicionado por uno de sus hombres y capturado el 3 de agosto de 1305 cerca de Glasgow, luego fue trasladado a Londres para ser juzgado. Fue hallado culpable de traición, sacrilegio, homicidio y un sinnúmero de otros delitos. Su única defensa esta registrada en escritos ingleses: “Wallace afirma con vehemencia que no es culpable de traición porque nunca aceptó a Eduardo como su rey”. La declaración de Wallace se convertiría luego en parte de su leyenda.
Su condena era ser arrastrado, colgado y descuartizado. Unos caballos lo arrastrarían hasta el lugar en que sería ejecutado, ese era el castigo para un traidor. En su caso, Wallace fue arrastrado durante 8 kilómetros por caminos y senderos, lo que provocaría un serio impacto físico. Luego lo llevaron al matadero en donde fue estrangulado y estirado. Después, le abrieron el estómago, le sacaron los intestinos y le abrieron el pecho para mostrar su corazón; todo esto se lo hicieron cuando aún estaba vivo y sólo murió cuando le arrancaron el corazón.
Ante la propia Iglesia de San Bartolomé, Wallace fue decapitado y descuartizado. Su cabeza fue colocada en una estaca en el puente de Londres. Otras partes de su cuerpo fueron llevadas a las principales ciudades de Escocia como una advertencia de lo que sucedería a todos aquellos que osaran traicionar al rey.
Después de la brutal ejecución de William Wallace parecía que la cruzada escocesa por la libertad había muerto con él. No obstante, en Escocia se produjeron sorprendentes procesos y Robert Bruce se convirtió en rey.
El 25 de marzo de 1306, Eduardo volvió con sus tropas al norte para combatir al nuevo traidor. Pero el 7 de julio de 1307, a sus 68 años, murió en la frontera con Escocia. Su ejército y su reino habían quedado en las incompetentes manos de su hijo Eduardo II quien regresó con sus fuerzas a Inglaterra. Tras saber de los triunfos y los errores de Wallace, Bruce recuperó gran parte de Escocia en los años siguientes.
Eduardo II finalmente llevó su ejército al norte para combatir en Bannockburn, Escocia, el 23 de junio de 1314. Tras una feroz batalla de dos días los escoceses lograron derrotar a los ingleses. Inspirado por Wallace, Bruce obtuvo la independencia de Escocia por los 400 años siguientes. Pero, en mayo de 1707, el acta de unión aglutinó a Inglaterra y Escocia en la nación de Gran Bretaña.
Era el fin del sueño de William Wallace de una Escocia independiente…
El espíritu de Wallace regresa
Cuando los ingleses asumieron el control de Escocia, en 1707, renació la leyenda William Wallace. Existen tributos a Wallace en todo el país tales como el monumento nacional a Wallace en Stirling, erigido en 1861.
Pero, después de la Segunda Guerra Mundial, el nombre de Wallace no volvió a ser mencionado en los textos escolares y el monumento nacional cayó en el descrédito. Los ingleses no querían que se homenajeará al patriota. William Wallace, el héroe de un pueblo, estaba a punto de quedar en el olvido. Pero un día, en 1993, el escritor Randall Wallace visitó el castillo de Edimburgo mientras estaba de vacaciones con su familia: “En la entrada había dos estatuas, una de Bruce y otra de Wallace. Al preguntarle a un guardia quién era Wallace, me respondió que era su mayor héroe y yo de inmediato quede cautivado. Pese a mi amor por la historia no sabía nada de Wallace. Su historia me pareció muy romántica. William Wallace es como un ancestro para mí, siento su sangre en mis venas y nadie me lo puede negar”, dijo Randall.
Randall Wallace se sintió inspirado para escribir un libreto llamado “Corazón Valiente”. Para su trabajo de investigación, en la biblioteca, R. Wallace pidió un prestado un antiguo ejemplar de William Wallace, de Blind Harry.
Posteriormente, “Corazón Valiente”, el libreto de Randall Wallace, se convirtió en un gran éxito de Hollywood protagonizado por Mel Gibson. La película cautivó a miles de espectadores con el drama del legendario Wallace. Algunos dicen que hay inexactitudes históricas en el film, pero las mismas no importan ya que “Corazón Valiente” hizo que la gente de Escocia se reexaminara a sí misma y se interesara de nuevo por tratar de conocer sus raíces.La libertad requiere sacrificios, ese es el mensaje de William Wallace y de toda su leyenda.
2 comentarios:
Más explicita imposible. Excelente entrada. Corazón valiente es sin duda no solamente una película, es la historia real de la historia de una nación. Valentía y cobardía, ambiciones y deseos… cual es la verdadera gloria del hombre? Es de valientes luchar por la libertad, la verdadera libertad… como diría mi gran ídolo Don Quijote… “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”
Que gran corazón el de aquel gerrero llamado William Wallace, su historia despierta la admiración. Su gran valor y amor por la libertad, la vida y la patria lo hiciero inmortal. Nunca puede morir un ser como William Wallace, aun cuando la injusticia y el patraña haga lo suyo, la verdad y el amor vencen por sobre todas las cosas. El orgullo debe bañar los corazones escoceses al saber que Escocia parió un hijo, quien entregó su vida a la lucha por la independencia de su patria. Viva por siempra Sir William Wallace, el corazón valiente de Escocia. Abajo los conquistadores, cazadores de hombres y depredadores de almas. LIBERTAD. Libre nace el hombre y así de vivir. Dios salve a Sir William Wallace.
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